De manera cotidiana, utilizamos tanto en el lenguaje hablado como en el escrito la apócope. Su significado proviene del vocablo latín apocŏpe pero sus raíces etimológicas se remontan hasta la lengua griega. Su concepto es utilizado en la fonética, refiriéndonos a la eliminación de algunos sonidos al final de una palabra.

La palabra apócope, según la (RAE) es un sustantivo del género femenino. Por ello y pese al mal uso que en ocasiones se le da, entonces lo correcto es decir: “la apócope”, aunque nos suene un poco raro. Esta forma parte de la figura conocida como metaplasmo, que es la alteración de la pronunciación o escritura de los términos sin que estos varíen su significado.

¿En qué casos encontramos una apócope?

La apócope se cuenta entre las figuras conocidas como metaplasmosfiguras donde se opera una modificación en la composición de una palabra. Si ocurre al inicio, entonces se trata de una aféresis, pero, si la variación aparece en el medio, recibe el nombre de síncopa. Si la variación en la palabra es al final, encontramos la apócope.

Algunos ejemplos de apócopes se encuentran en palabras como “auto”, siendo esta una apócope de “automóvil”. Ambos términos se refieren a lo mismo: un vehículo que traslada a personas y se desplaza por carretera.

Las apócopes también pueden aparecer entre adjetivos (“primer” en lugar de “primero”), los adverbios (“tan” por “tanto”). Tampoco escapan de la apócope los nombres propios (“mari” como reemplazo de “Marina” o “María”). La elección de la apócope por lo general es una cuestión de estilo o dependiendo del contexto en que se emplea.

Otras derivaciones de la apócope

El idioma Castellano ha variado en su desarrollo y con el surgimiento de nuevos vocablos. Este es un proceso evolutivo natural del lenguaje que se mantiene en continuo cambio hasta nuestros días, enriqueciéndose y adaptándose al hablar de los pueblos. Uno de los fenómenos más llamativos es la apócope de -e átona final. Esta es una alteración fonética que data del siglo VI y que se identificó con otras lenguas de la Romania Occidental.

Cabe mencionar que en el caso del castellano esta omisión sólo se llevó a cabo de forma extrema durante un período aproximado de dos siglos, desde mediados del siglo XI, a diferencia de lo que ocurrió con el catalán y el francés, donde persistió.

En todas aquellas palabras que terminaban en le, re, se, ne, de o ze, la apócope de la -e átona final comenzó a tener lugar desde el siglo VI. Muy sugerente de esta variación es el término leonés, que hasta entonces se escribía leonese. En este caso la apócope no se usó de forma definitiva, y esa es la razón por la que se encuentran ambas versiones en documentos oficiales.

No es hasta la primera mitad del siglo XI en que se mantiene la vocal final en estas palabras, y se cree que podía tener una connotación peyorativa. A partir del 1050 y hasta el 1250 aproximadamente, se elimina la -e final, incluso en palabras que no finalizaran en las sílabas antes mencionadas. Así, se obtuvieron alteraciones en palabras como: monte, nueve, adelante y parte, pasaron a ser mont, nuef, adelant y part, respectivamente.

La vocal -e átona final es restituida en la segunda mitad del siglo XIIIy cinco décadas más tarde, la apócope se vuelve extrema nuevamente. Con el tiempo, esta forma se aplica solo en casos específicos, que han llegado a nuestros tiempos.

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