Si estás pensando en abordar un texto largo de escritura creativa… Debes estructurarlo de antemano. Y la forma más básica de hacerlo es comenzando por estructurar las relaciones de los personajes. Si las prevés desde un comienzo, te será mucho más fácil determinar los conflictos de la historia. Y por tanto, el desarrollo de la trama.

Los tipos de personaje fundamentales son el protagonista y el antagonista. El protagonista, como bien sabes, es el personaje central de la historia. El que cargará sobre sus espaldas la línea de acción principal.

Y el antagonista es su contrario. Es decir, aquel que se opone a la consecución de objetivos del personaje. Y que, en consecuencia, amenaza con interrumpir la línea de acción principal.

El protagonista: significado y funciones

El protagonista y el antagonista no tienen por qué vincularse a personajes concretos. No tienen por qué ser Luke Skywalker (protagonista) y Darth Vader (antagonista). En relación a la composición de un texto de escritura creativa, ambos tipos de personaje son funciones.

Lo explicamos mejor.

El protagonista es un elemento X que conduce la acción. Puede estar formado, por ejemplo, por un grupo de personajes. ¿Quién es el protagonista de Juego de Tronos?

A lo sumo, la casa Stark.

Y si seguimos con el ejemplo de Juego de Tronos, vemos que una historia puede tener varios protagonistas.

En ciertos libros o partes de la saga, el protagonista pasa a ser “La reina de los dragones” y sus allegados.

Pensar los protagonistas como si fueran una función, ayuda a profundizar en la escritura creativa. Si vinculas el protagonista a un solo personaje… Por fuerza mayor te centrarás en desarrollar una trama ligada a ese personaje. Esto es: en relatar cómo se desarrolla la línea de acción principal a través de él.

Si vinculas la función del protagonista a muchos personajes… Tendrás que prestar atención a distintas tramas, todas ellas con una importancia equiparable.

Piensa de nuevo en Juego de Tronos. O también, en la segunda parte de El señor de los anillos. Nos referimos a cuando la compañía del anillo se encuentra dividida. Por un lado, se sigue la acción de Legolas, Aragorn y Gimli. Y por otro, la de Frodo y Sam.

Aprende a construirlo

Te aconsejamos dividir la historia por secciones.

Como ves, un texto de escritura creativa no tiene por qué tener un solo personaje protagonista. Dependiendo de las líneas de acción, puede tener uno, dos, tres o cientos.
El caso es: ¿cómo trabajar con esto?

Restríngelo al volumen que tenga tu texto. Si tiene 300 páginas, incluye uno o, como mucho, dos protagonistas. Si tiene un volumen muy considerable, puedes aumentar el número indefinidamente.

Aunque, por supuesto, también puedes trabajar por partes. Quizá en una parte determinada de tu texto, quieras establecer varias líneas de acción principales y que de pronto surjan varios protagonistas.

Dividiendo la historia en partes, podrás saber de antemano qué personajes dirigirán la acción en cada momento.

Por otro lado, ¿cómo deben ser el o los protagonistas?

No hay reglas definidas. Procura crear personajes ricos en contenido. Y si empleas más de un protagonista, que cada uno sea perfectamente distinguible de los demás. Cada protagonista tendrá:

  • Rasgos psicológicos: Definidos claramente, y será coherente con ellos. Por ejemplo, tímido y miedoso.
  • Rasgos físicos: la corporeidad del protagonista es importante. Sírvete también de su complexión y forma para darle riqueza al texto y a la acción
  • Objetos asociados: Todo personaje tiene sus objetos, como pequeños fetiches identificativos. Además, te servirán para particularizarlos.
  • Tics asociados: Como cada persona, cada personaje tendrá sus formas de hablar particulares. Sus gestos únicos y característicos. Etc. Si logras vestir a tu protagonista o antagonista de acciones y reacciones, y formas de hablar particulares, tu libro adquirirá mucho volumen y forma.
  • Un pasado: todo personaje tiene su pasado. Si lo ocultas será porque no es importante o porque quieres desvelarlo poco a poco. Pero si lo tiene, más rico será.

El antagonista: rasgos

De nuevo responderemos a dos preguntas.

¿Acaso debes incluir sólo un antagonista en tu novela?

¿Cómo debe ser este tipo de personaje a nivel caracterológico?

En cuanto al número de antagonistas, depende de nuevo del número de tramas que quieras incluir. Puedes hacer que múltiples protagonistas tengan cada cual un antagonista. Retomemos el ejemplo de las segunda parte de El Señor de los anillos.

Por un lado, Frodo y Sam pueden tener como antagonista a Gollum, que los persigue. Por otro, Aragorn, Legolas y Gimli pueden tener como antagonista a los Uruk-hai de Saruman.
Y lo mismo sucedería en Juego de tronos. Cada personaje, al contar con su propia trama, se enfrentaría a su propio antagonista.

Pero a la vez, un conjunto de personajes pueden relacionarse con un solo antagonista. Piensa ahora en los equipos de héroes. Son muy típicos en las obras de fantasía épica como Dragonlance. Avanzan todos a una, movidos por un objetivo común y, por lo general, contra un mismo elemento antagónico. En el caso de, por ejemplo, Crónicas de la Dragonlance, éste sería Takishis, la reina de la oscuridad.

Ahora vayamos a la segunda pregunta.

¿Cómo deben ser los antagonistas?

Antes que nada, deben complementarse con él o con los protagonistas. El caso más habitual es vincular a los protagonistas con la bondad y a los antagonistas con la maldad. Así, Luke Skywalker es un protagonista que lucha por el bienestar y la paz en la galaxia. Y Darth Vader, un antagonista que libra una batalla por conquistar la República.

Lo mismo sucede con Saurom y la compañía del anillo. O, a nivel más sutil, con los Stark y los Lannister. Por lo general, los primeros son nobles y los segundos, egoístas y amorales.

Consejos para construirlo

Uno de los mayores errores que se pueden cometer en la escritura creativa es… Sí, banalizar a los antagonistas y centrarse exclusivamente en la vida y las motivaciones de los personajes protagonistas.

Para que estos brillen con luz propia, lo ideal es que se hallen en contraposición con un antagonista igualmente brillante. Piensa de nuevo en los ejemplos anteriores: no es posible concebir a los unos sin los otros.

Para ello, haz que los antagonistas tengan rasgos propios. Un carácter singular, una motivación, un pasado

Y también ayuda mucho un pequeño truco: simboliza su historia o sus motivaciones con un elemento físico. Darth Vader y su máscara; los Lanyster y el oro; Saurom y el gran ojo de Mordor…
Esta clase de detalles, lejos de ser frívolos, condensan en un punto toda la potencia del antagonista.

Por último, ten en cuenta que un antagonista puede volverse protagonista también. Volviendo a la saga de Star Wars, fíjate en Darth Vader. En las tres primeras películas es el antagonista por excelencia. En las siguientes (en los episodios preliminares), el protagonista.

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