Las figuras literarias, o recursos literarios, son formas no convencionales de usar las palabras para crear rejuegos fónicos o semánticos.

Dentro de las figuras literarias se encuentra la metáfora (“Tiene cabellos de oro”, en vez de decir que es rubia). O bien la perífrasis (“El rey de la selva” para nombrar al león), el oxímoron (“Vísteme despacio, que estoy apurado”, donde se ponen dos opuestos para dar sentido a toda una frase que se vuelve metafórica). También el eufemismo (“Camposanto”, para sustituir a la palabra cementerio que tiene una carga más negativa). Y tantas entre otras. En esta última categoría destaca  el símil, una de las figuras literarias más utilizadas. También conocido como comparación.

¿Qué es el símil?

Su nombre viene del latín similis que significa uno mismo, o sea, que posee características similares a otro elemento. Por esta razón, el símil es conocido también como comparación, pues se pone en relación de igualdad a varios elementos debido a sus características en común.

Se debe señalar que no toda comparación es un símil, aunque todo símil es una comparación. La base fundamental de la diferencia es que las comparaciones pueden poner a los elementos comparados en una relación de superioridad o inferioridad, mientras que cuando se trata de un símil los elementos serán comparados por un elemento común, o sea, están en el mismo nivel.

El símil consiste en comparar dos elementos o más mediante el uso de un conector: una partícula lingüística que funciona como nexo entre los elementos a comparar. Los nexos que se utilizan en el símil son igual quemás (…) quemenos (…) quecomoparecido a, entre otros. El empleo de estos nexos es la clave principal para reconocer y utilizar apropiadamente al símil.

El símil como recurso literario

El símil es una de las figuras literarias más usadas. Eso se debe a la igualdad que permite establecer entre elementos que no están conectados entre sí normalmente. De esta forma, si se quiere hablar acerca del color particular de unos cabellos, fácil. En vez de decir que alguien tiene el pelo negro se dice: tiene los cabellos tan negros como el azabache.

Así se informa sobre el color pero, además, se aporta un matiz subjetivo relacionado con la metáfora. Un matiz que no se lograría normalmente con una referencia directa a la coloración. Lo mismo ocurre cuando decimos piel tan blanca como la nievelabios rojos como las rosassus ojos son azules como el mar.

Más allá de lo que pueda pensarse, el símil no es recurso restringido a la literatura. Sino que puede ser encontrado en el lenguaje cotidiano a menudo. Usamos símiles todo el tiempo cuando hablamos, nos demos cuenta de ello o no. Al referirnos a un día especialmente cansino decimos “He trabajado como un burro hoy” y cuando queremos hacer un comentario poniendo en referencia lo antiguo de una frase decimos “Eso es más viejo que mi abuela”. De esta forma, utilizamos diariamente el símil sin darnos cuenta.

Antes de decir adiós, pido disculpas por los ejemplos: caen en la categoría de los lugares comunes por su excesivo uso, pero son muy claros para ejemplificar los símiles. Pero de seguro podrás identificar comparaciones más felices dentro de tus obras literarias preferidas.

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