En la lengua española, los sustantivos son las palabras que nombran lo que concebimos como sustancia. Lo que tiene existencia en sí. Estas palabras designan realidades, abstractas o concretas, que existen en sí o podrían existir. Realidades que no son cualidades aplicables a otros entes (pues eso serían adjetivos o calificativos).
No obstante, estos a su vez se clasifican en propios y comunes. Los primeros designan a cada individuo de la misma clase, especie o género con un nombre que se aplica a un solo ser o cosa y van en mayúsculas (Japón, Pakistán, Bilbao, Río de Janeiro, Pedro, Camila), mientras los comunes los analizaremos ahora en detalle.
Los sustantivos comunes: definiciones
Aquí una definición simple y directa. Los sustantivos comunes son aquellas palabras que nombran la clase de un objeto, pero no particularizan. Niño, casa, manzana, etc. Estos se dividen en dos categorías bien definidas. Un ejemplo claro: juguete sería un sustantivo común. Barbie un sustantivo propio, que a su vez se enmarca dentro de “juguetes”.
Los sustantivos propios
Los sustantivos comunes abstractos
Son aquellos que representan cosas que no podemos percibir con nuestros cinco sentidos. Como el amor, la libertad, la belleza, lo feo, etc.
Los sustantivos comunes concretos
Es el nombre con el cual se designa a todo lo que nos rodea y es tangible de alguna forma, tal como nombramos al lápiz, el viento, el ordenador o la carretera. A la vez, los sustantivos comunes concretos se dividen en dos categorías:
Los sustantivos comunes concretos individuales
Son aquellos que designan una persona, animal, objeto o idea en cuanto a unidades. Esto quiere decir que se pueden singularizar o pluralizar.
Podemos tener una silla o diez sillas; un soldado o veinte, un amigo o mil. Los sustantivos comunes concretos individuales pueden expresarse en singular o plural.
Los sustantivos comunes concretos colectivos
Estos sustantivos hacen referencia a un elemento que porta en sí una colectividad, o sea, una pluralidad de unidades. Así, decimos un soldado pero un ejército, una hormiga pero un hormiguero.
Una polémica muy actual
En estos tiempos donde corrientes como el feminismo están influyendo en aspectos lingüísticos, se ha levantado el debate sobre el uso de algunos sustantivos comunes que se expresan normalmente en masculino y ahora se les quiere particularizar.
Así, donde antes decíamos niños para referirnos de forma genérica a todos los sexos, se ha venido promoviendo el uso de “niños y niñas”. También esto sucede con “hombres”, donde se ha remarcado la diferencia entre “hombres y mujeres”. No tenemos ningún interés en entrar en tema de debate sobre la necesidad de remarcar la diferencia. (Aunque considero en lo personal que insistir en ello nos hace destacarla. Y nos separa en vez de unirnos como especie). Hay algunos casos y excepciones que conviene aclarar.
Este es el caso del uso de “presidenta” para nombrar a una mujer que ocupa el máximo cargo en una organización. Hay sustantivos que tienen per se el género incorporado, como lo son “actor” y “actriz” o “instructor” e institutriz”. Pero otros lo adquieren mediante concordancia. Comúnmente, esto se evidencia a través de marcas formales tal como las terminaciones –o, –a en aquellos sustantivos que se emplean para nombrar personas o animales. Así, decimos “gato y gata” y de inmediato podemos saber el sexo de cada uno. Aunque también hay excepciones donde el sustantivo cambia con el género. No decimos “toro” y “tora”, sino “toro” y “vaca”, por ejemplo.
No obstante, hay sustantivos que no varían para los géneros y solo podemos saber la concordancia en género por el contexto. ¿Cómo? Acudiendo al artículo o al adjetivo para poder identificar el sexo. Tal es el caso de “el artista” o “la artista”, “el sexo masculino” o “el sexo femenino”. Uno de los casos estos sustantivos comunes con una sola terminación y que no varían son los terminados en “–ente” que proceden de participios latinos, llamados “participios activos”. Se pueden diferencias por las palabras que lo acompañan. Pero no modificar el sustantivo como tal que incluye a ambos sexos. Así, podemos decir “el paciente” y “la paciente” o “los estudiantes” o “las estudiantes”, pero no pacienta o estudianta.
Excepciones según la Nueva Gramática Española
No obstante, para que esto sea una regla tiene que haber excepciones y los sustantivos comunes no son la excepción. Según la Nueva Gramática Española hay algunas ocasiones en que se permiten las terminaciones –ante/–anta y –(i)ente/–(i)enta, siendo estas excepciones:
- cliente / clienta
- comediante / comedianta
- congregante / congreganta
- dependiente /dependienta
- figurante / figuranta
- intendente / intendenta
- presidente / presidenta
- sirviente / sirvienta.
En el caso específico de presidente /presidenta, esta palabra procede de la expresión latina “praesĭdens, -entis”, aunque también implica un significado más, que es la mujer del presidente. Por ello, lo apropiado sería hablar de la presidente de Argentina Cristina Elisabet Fernández de Kirchner y la presidenta de los EEUU Melania Trump.
No obstante, también decir la presidenta Angela Merkel, de Alemania, es correcto. Ella no es la presidenta de Alemania, sino la Canciller Federal de Alemania (no la cancillera, porque acá se designa el género por el artículo).
La voz de la Real Academia
El debate sigue e incluso se llega a cuestionar quién es la Real Academia Española (la que, por cierto, desaconseja el uso coloquial de la diferenciación explícita de los sexos, como en “niños y niñas”, porque la considera inútil como forma de inclusión) para dictar como hablamos los hispano parlantes.
Pero no olvidemos que la Real Academia de la Lengua Española, en conjunto con las 21 Academias de la Lengua de América y Filipinas, forma la Asociación de Academias de la Lengua Española. Y es precisamente quien fija la norma para el uso correcto del idioma y su salvaguarda. Esto no es solo un esfuerzo para mantenerla intacta y purista, sino que por el contrario es dinámica y acoge no solo las palabras y acepciones que se utilizan de forma común por nuestros pueblos, sino que además incorpora vocablos de lenguas extranjeras que se hacen populares.
Y como ya el diccionario de la RAE del año 1803 recoge ambas acepciones de la palabra “presidenta”, no tenemos porqué entrar en polémicas banales: cada cual que la emplee de la forma que así lo desee.